sábado, 5 de diciembre de 2015

El Ataque

Sentada en el pasillo del cuarto piso del hospital, pensaba en todas las cosas que tenía que resolver antes de terminar el día. En la casa, en el trabajo, con el crío; pero ese cartel de la Unidad de Cuidados Intensivos que tenía sobre su cabeza, en la pared de enfrente se le estaba montando haciendo que su ya existente dolor fuera casi insoportable.
Todavía no terminaba de enterder que había pasado exactamente, todo había empezado bien, llevaban una vida juntos los tres sin problemas. Nico se llevaba estupendamente con Darío y las cosas estaban saliendo de mil maravillas.
Y de golpe como si fuera una vendetta, todo se desmoronó. Un mes atrás, la cara de Nico desesperado al ver a Darío tirado en el piso, sangre  por todos lados, autos con vidrios polarizados que habian huido a la carrera calle abajo cuando ella llegaba con la camioneta a toda marcha... Rosa con sus manos que intentaba parar la hemorragia de Darío mientras Martina se bajaba sin siquiera haber terminado de frenar...
Y cuando llegaron, a duras penas lo subieron a  a la ambulania en una carrera ensordecedora lo trasladaron hasta la sala de emergencia del hospital, donde quedó ingresado en un estado deplorable. No estaba muerto, pero casi.
Hacía casi un mes que estaba en esa cama con respirador y cuanto tubo le pudieron meter, pero no salía de cuidados intensivos. Tres paros en la primera semana y de todos ellos lo habían sacado. La policia que no dejaba de hacerle preguntas, porque no encontraban sentido a ese ataque furioso que había dejado toda la camioneta como un colador y parte del frente de la casa.
Martina sabía que Darío tenia un trabajo que no era facil, pero nunca pensó que podía pasar una cosa así. Era periodista de investigación, pero nada que ver con las mafias y todo eso. Al menos eso pensaba ella antes del ataque un mes atrás.
Una mañana como cualquier otra, la pava en el fuego el mate sobe la mesada y las protestas de Nico, porque tenía que levantarse para ir al colegio.  Martina tenía mucho trabajo esa mañana, las camionetas estaban a full esa semana. Un contrato corto, pero que redituaba mucha ganancia.
Darío, estaba terminando uno de sus informes como corresponsal extranjero y luego se iría a cubrir otra historia casi del otro lado del país. En pocas, no se verían por un par de días. Pero le habia prometido que luego se irian de vacaciones los tres a las montañas. Cosa que tenia muy entusiamado a Nicolás.
Martina, llevaría a Nico al colegio, para luego pasar por el depósito central de la empresa a retirar las encomiendas pesadas con la camioneta grande. Salieron por separado, después de un beso rápido pero apasionado.
Era temprano, la puerta del colegio aún estaba cerrada y, Nico no se quiso bajar a esperar. Martina miró el reloj y supuso que tendría unos minutos más.  La mañana parecía tranquila, se sentía a gusto junto a su hijo que le hacía morisquetas mientras esperaba que abrieran la puerta de la escuela. 
Los compañeros de clase comenzaron a llegar y Nico ya había perdido las ganas de quedarse en el vehículo. Le dio un beso a la madre y descendió para hablar con sus pares.
Se lo quedó mirando, recordando aquellos tiempos cuando todavía vivían en una casita del otro lado de la capital en Buenos Aires,  tan chiquito, tan dulce y travieso.
Eran épocas que parecían tan lejanas, cuando recién empezaban a disfrutar de la empresa que había montado Martina gracias a su amor por las camionetas. Pero su ex no parecia satisfecho, siempre decia que podian hacer algo más... y asi terminaron en Europa... no por mucho por cierto, ella trabajaba como una loca y el se la pasaba de parranda en parranda... hasta que paso lo que paso y el curso de la historia la llevo a reencontrarse con Darío.
Los pensamientos de Martina, fueron interrumpidos por Nico, que había olvidado su mochila con sus libros y otros petates. Estaban despidiéndose cuando sonó el móvil. Era Darío, al menos penso eso en el primer isntante. Martina atendió la llamada, pero su voz cambió de inmediato, tomando por el  brazo a Nico, que estaba todavía en la puerta de la camioneta e inmovilizándolo en la butaca.
-“¡El cinturón!” le dijo mientras escuchaba la voz en el teléfono, pero Nico no reaccionaba.
-“¡que te pongas el cinto, coño!”, repitió
Nico, miraba a su madre mientras, salían a toda marcha por la calle, doblando peligrosamente por la esquina.
-“¿Qué pasa mamá?”, gritaba Nico
Martina, escuchaba el eco de la voz en el teléfono, la de Nico que le chillaba, mientras ella esquivaba autos, peatones  a una velocidad descarriada.
-“¡Le dispararon a Darío!”
-“¿Darío?”
Le había llamado Rosa, una chica peruana que trabajaba con ellos, muy trabajadora. Se ocupaba de la casa y que todo estuviera listo para cuando llegaran por la tarde.
-“Sra. Martina… le habla Rosa… es el Sr. Darío…”
-“¿Qué pasa Rosa?”
-“No responde señora… “
-“Cómo que no responde, pásame con él”
-“No puedo… está en el piso… hay sangre por todos lados”
-“¿Sangre?... ¿Cómo sangre, que pasó? ¿Llamaste a la ambulancia?”
-“Apúrese, por favor!!!” Martina comenzaba a crisparse, mientras escuchaba gritar a Rosa.
Había retenido a Nico en el asiento justo a tiempo, mientras arrancaba el vehículo milagrosamente y conducía por la calle con una sola mano en los cambios y la rodilla sosteniendo el volante.
Hasta allí llegaban sus recuerdos, después todo parecía una nebulosa en cámara lenta, bajándose de la camioneta, la ambulancia que también recién arribaba. Rosa frenaba a Nico y los paramédicos, que se acercaban con sus maletines. Y Darío, tirado al costado de su camioneta, con la cabeza aun en el estribo de la misma y la mano enganchada en una de las manijas de las valijas que habia estado cargando. Parecía quebrado o dislocado, cubierto de sangre.
Nico, que gritaba desde el fondo sujetado por Rosa, Martina que miraba azorada la escena y el paramédico que le preguntaba si era pariente.
-“Soy la esposa”, le atino a decir.
-“Bien señora, lo vamos a llevar a emergencias, puede seguirnos en su vehículo o venir con nosotros.”
Martina sólo atino a girar sus cabeza donde estaba Nico que chillaba, apenas retenido por Rosa.
-“No me dejes Papá!!” gritó Nicolás, una palabra que Martina en el tiemp que llevaban con Dario jamás le habia escuchado decir. En medio de la voragine se hizo como un paréntesis, dejando a Martina suspendida mirando a su hijo, llamar a su Marido "Papá"...
La cara del crío era la de un fantasma que ha visto su propio reflejo. Y no pudo más, miró al paramédico y le dijo que lo acompañaba. Volvió a mirar a Rosa y le grito que los siguiera de cerca con la camioneta.
Martina recordaba lo sucedido todas las mañanas cuando llegaba al hospital para ver a Darío, le contaba de Nico, que lo extrañaba y lloraba bastante seguido. De Rosa que a pesar de todo lo pasado, se habia quedado en la casa y cuidaba de Nico. Y lo más importante, le recordaba que tenia que salir adelante, que no podia dejarla ahora, y sobre todo, que ahora tenia un hijo que lo habia adoptado.

Sonrisas y muchas preguntas por hacer...

Jueves por la mañana. A duras penas escuche el despertador que marcaba las siete en punto. Hora de levantarme, para ir a trabajar.
Estaba cansado, el día anterior había sido muy movilizador y todavía ni siquiera me había tomado el tiempo para sentarme a hablar con mi hermana. Etaba pleno de felicidad por tenerlos de nuevo a mi lado. Pero también con muchas dudas, pues no lograba entender porque había regresado, que era lo que había sucedido, para que tuviera que volverse sola con Nico. Porque  al fin y al cabo mamá todavía estaba en el viejo continente, además de Darío.
Iba a tener que esperar, el trabajo estaba primero y que hubieran reemplazado el día anterior no sería una deuda fácil de pagar. El departamento de coordinación general de la Editorial, llevaba mucho tiempo y esfuerzo, largas horas de acciones conjuntas entre diseñadores, imprenta y logística para la distribución de todo lo que se producía. Sí, Martina, tendría que esperar un poco. Además, todavia tenia que ordenar un montón de cosas en mi cabeza.
Estaba sentado al borde de la cama, intentando encontrar a tientas las pantuflas. Lentamente, me fuí deslizando por el pasillo hacia la cocina, tratando de no hacer demasiado ruido. Las primeras luces del día todavía no habían asomado y el tiempo para poder tomar el colectivo a Belgrano empezaba a correr en contra.
Puse la pava sobre la hornalla prendida y saque de la alacena donde Papá solia guardar el mate y la yerba. Entonces, una voz media adormilada, me saludo desde la puerta de la cocina.
-“Buen Día, Carlitos, ¿ya te vas a trabajar?”
-“Lamentablemente sí, Tina, no queda otra. Pero decime que haces tan temprano, apenas son las siete”, contesté.
-“Vale, no importa. Te sentí por el pasillo y quise ver si todo estaba bien. Pero bueno, deja ya, que yo preparo el mate y vos anda a terminar de preparar tus cosas.”
-“Gracias”, dije y me fuí por el pasillo a terminar de arreglarme.
De pronto la casa, comenzó a llenarse de un aroma que me distrajo por un segundo. Martina estaba preparando lo mismo que hacía Mamá hacía ya muchos años. Tostadas con rodajas de tomate y un poco de oliva por encima. Un manjar que hacía mucho que no probaba. Una receta que le había enseñado un catalán que alguna vez estuvo de visita por la casona.
Cuando regrese a la cocina, mi hermana me estaba esperando apoyada en el borde de la mesada de mármol, con el mate cebado y una tostada en la otra mano.
-“Anda, toma acá tenés un mate y come que se te hace tarde seguro. No vasa cambiar nunca, siempre a las corridas”
Con una sonrisa, tomé la tostada con tomate y  el mate dulce como nunca. Le di un beso en la frente a Martina y salí casi al trote para alcanzar el colectivo que me llevaba a Belgrano.
-“¡Esta noche hablamos Tina, tengo muchas preguntas!”, le dije en voz alta desde la puerta antes de cerrarla.
-“Siiii, andate que vas a llegar tarde!!!”, me contesto, mientras cebaba otro mate para ella y apoyaba la pava sobre la tablita de madera que había en la mesa del comedor diario, -"Seguro tenés muchas preguntas Carlitos... pero me temo que yo no tantas respuestas como quisieras” se dijo asi misma. Desprendió los labios de la bombilla y le dió un mordisco a la tostada que todavia quedaba en el plato.
La mañana estaba fría, se sentía ese aire que anuncia la llegada del otoño, con un frio casi de invierno. Lo noté enseguida y me cerré aún más el sobretodo sobre el cuello. De milagro, el colectivo 63 se encontraba en la parada, hice señas a lo loco y me esperaron.
-“Gracias”, dije al subir al ómnibus.
-“Últimamente se me está quedando dormido siempre don, ¿qué pasa?, dijo el chofer con cierta ironía. Hacía rato que continuamente me tocaba la misma unidad y con el tiempo había pasado que ya me tenía bien junado el chofer. Entonces me solía esperar unos segundos extras para que alcanzara el viaje.
Me acomodé en un rincón, desde donde pude ver a varios pasajeros habituales que iban para el mismo lado.
El recorrido me lo sabía de memoria, las mismas calles, el paredón del cementerio y los puestos de flores que se estaban preparando para comenzar el día. Mientras el colectivo tomaba la gran curva que rodea el cementerio de la Chacarita, pasando por la entrada del británico, me limite a retomar mis pensamientos sobre la vorágine de los últimos días.
Tantee en el bolsillo derecho de mi sobretodo y saqué el celular. Toque los contactos rápidos y llamé de la oficina.  Hice un sanwich con el aparato entre mi hombro y oreja mientras esperaba que contestaran del otro lado.
-“Editorial”, sonó del otro lado de la línea. La recepcionista de la mañana se llamaba Anahí, una pendeja que estaba muy fuerte y que además encajaba perfectamente para el trabajo, por su experiencia y alta eficiencia con esa sonrisa “Colgate”, típica de una publicidad.
-“Buenos días Anahí, habla Carlos de coordinación”, dije con parsimonia, -“¿Algún mensaje?”
-“Buen  día Sr. Carlos, el único mensaje es de la imprenta de Casares, parece que tienen un problema con unos pliegos, de la última edición del libro de Puig.”
-“Ok, ok. Ahora los llamo, gracias. Estoy en camino..."
-“Listo, cualquier cosa lo llamo” dijo ella y agregó, ..."¿Su hermana llegó bien?”
-“Si, si por suerte ya están en casa, gracias por preguntar”,
-“Me alegro mucho, lo veo más tarde…” y cortó la llamada
El colectivo, ya había dado vueltas y estaba cruzando por la barrera de Colegiales, cuando al mirar por la ventana divise al pasar un grupo de chicas con sus polleritas cortas y las mochilas de secundario. En eso me sonó el móvil de nuevo.
-“¿Martu?... paso algo? Pregunto él ante la sorpresa.
-“Nada,nada ... es  que te fuiste y no pude decirte que tuvieras un buen día”, contestó Martina
La emoción me invadió por completo. Aquella frase hacía mucho tiempo que no la escuchaba y fue un aluvión de dicha y tranquilidad que se asomó a mi pecho y subió hasta llegar a él último pelo de mi cabeza. Un cosquilleo que lo sentí como si Martina me hubiese tomado la cara con ambas manos y, me sampara un beso en la frente como hacía Mamá cuando era más chico.
-“Gracias hermanita. Me hace muy feliz que hayas vuelto”
-“Lo sé. Esta noche hablamos más tranqui, y espero poder darte todas las respuestas. Ahora me llevo a Nico a la casa de la Tía Sarah, quiero darle un linda sorpresa”
-“Más que una sorpresa, le vas a dar un infarto”, le contesté, riéndome.
-“Tenés razón, mejor la llamo primero para contarle que estoy acá y que queremos ir a verla”
-“Si, eso va a ser mejor”
-“Si, bueno… nos vemos a la noche ¿vale?”
-“Si, vale. Te mando un beso Tina”
-“Otro, que tengas un buen día”
-“Gracias”, dije y corté la comunicación. Esa llamada me había alegrado el día por completo. Ya no tenia much importancia si a la noche no tenia todas las respuestas que deseaba, estaban en casa y eso era todo para mí.
En ese momento el 63 estaba llegando por doblar en Echeverría para luego bajar hasta la estación del tren de la línea Mitre. La mañana estaba empezando a tomar un poco más de calor, el sol ya estaba alumbrando y la franja de mayor frio que ocurre cuando comienza a calentar la superficie estaba desapareciendo paulatinamente.
Ya me sentía mejor, los primeros pasos estaban dados y por suerte tenía un día ocupado, por lo que las preguntas iban a tener que esperar hasta la noche.
Me bajé al final del recorrido y al entrar a la estación del tren, compre un paquete de chicles Adams y el diario para leer en el tren. La imprenta de Álvaro Casares se encontraba en el Olivos y tendría un buen trecho para poder leer aunque sea los principales títulos.
Mientras en Paternal, Martina discaba en el inalámbrico el teléfono de la tía Sarah, sin dejar de mirar el vetusto aparato negro que hacía ya muchos años solamente decoraba la mesa de entrada de la casa.
“No puedo creer que todavía este ese armatoste de teléfono en esta casa, ay Carlos no tenés remedio con las antigüedades, sos un calco del viejo.”, pensaba mientras escuchaba el tono de llamada.
-“Hola, ¿tía Sarah?... Martina, si soy yo… no estoy en España… sí, estoy acá… llegue ayer… sí, no… no vine sola… estoy con Nico… si mi hijo… no nadie más tía… escúchame… ¿te podemos visitar ahora?... vale, si en un rato… si, y tomamos unos mates… vale, vale, ya salimos para allá besos…”
-“¿A dónde vamos má?”, pregunto Nico apenas Martina colgó el teléfono.
-“Buenos Días,…”
-“Buen Día”
-“vamos a ver a mi tía Sarah”
-“¿Ahora?”
-“Si. Así que vení a tomar el desayuno y luego te cambias, que salimos enseguida”
-“Ok, ya voy…”, como todo buen niño recién levantado, tener que salir enseguida era un momento de rabieta… que obviamente se pasaba después de un rico desayuno y la promesa de ir al parque por la tarde.
Era ya pasada la media mañana cuando logré salir de la imprenta, con cierto alivio tras haber solucionado el problema de los pliegos pendientes. Volví a tomar el móvil y llamé a la oficina para saber de novedades. Anahí, siempre eficiente y cordial me conto los pormenores de la mañana y me paso los mensajes que le habían llegado, nada importante.
Corté la comunicación y le envié un mensaje a mi hermana para saber de su paradero. Que no tardo demasiado, estaban en la casa de la tía Sarah y, salvo Nico que quería ir al parque, la estaban pasado bomba
Todo estaba en calma, por lo menos hasta la noche. Pero mi cabeza ya estaba haciendo un hueco para almacenar las preguntas que tenía para hacerle. Sabía que las cosas no habían funcionado bien del todo y que tarde o temprano todo se podia desmadrar pero no entendía como había pasado y porque ella había vuelto tan de prisa, si se suponía que estaba con Mamá y además saliendo con Darío. Otro tema que deberían aclarar, no era que no quisiera a Darío de cuñado, por supuesto que sí, siempre tuve la idea de que ella se casaría con él, pero… venirse sola con Nico… no tenía mucho sentido si todo estaba bien.