sábado, 5 de diciembre de 2015

Sonrisas y muchas preguntas por hacer...

Jueves por la mañana. A duras penas escuche el despertador que marcaba las siete en punto. Hora de levantarme, para ir a trabajar.
Estaba cansado, el día anterior había sido muy movilizador y todavía ni siquiera me había tomado el tiempo para sentarme a hablar con mi hermana. Etaba pleno de felicidad por tenerlos de nuevo a mi lado. Pero también con muchas dudas, pues no lograba entender porque había regresado, que era lo que había sucedido, para que tuviera que volverse sola con Nico. Porque  al fin y al cabo mamá todavía estaba en el viejo continente, además de Darío.
Iba a tener que esperar, el trabajo estaba primero y que hubieran reemplazado el día anterior no sería una deuda fácil de pagar. El departamento de coordinación general de la Editorial, llevaba mucho tiempo y esfuerzo, largas horas de acciones conjuntas entre diseñadores, imprenta y logística para la distribución de todo lo que se producía. Sí, Martina, tendría que esperar un poco. Además, todavia tenia que ordenar un montón de cosas en mi cabeza.
Estaba sentado al borde de la cama, intentando encontrar a tientas las pantuflas. Lentamente, me fuí deslizando por el pasillo hacia la cocina, tratando de no hacer demasiado ruido. Las primeras luces del día todavía no habían asomado y el tiempo para poder tomar el colectivo a Belgrano empezaba a correr en contra.
Puse la pava sobre la hornalla prendida y saque de la alacena donde Papá solia guardar el mate y la yerba. Entonces, una voz media adormilada, me saludo desde la puerta de la cocina.
-“Buen Día, Carlitos, ¿ya te vas a trabajar?”
-“Lamentablemente sí, Tina, no queda otra. Pero decime que haces tan temprano, apenas son las siete”, contesté.
-“Vale, no importa. Te sentí por el pasillo y quise ver si todo estaba bien. Pero bueno, deja ya, que yo preparo el mate y vos anda a terminar de preparar tus cosas.”
-“Gracias”, dije y me fuí por el pasillo a terminar de arreglarme.
De pronto la casa, comenzó a llenarse de un aroma que me distrajo por un segundo. Martina estaba preparando lo mismo que hacía Mamá hacía ya muchos años. Tostadas con rodajas de tomate y un poco de oliva por encima. Un manjar que hacía mucho que no probaba. Una receta que le había enseñado un catalán que alguna vez estuvo de visita por la casona.
Cuando regrese a la cocina, mi hermana me estaba esperando apoyada en el borde de la mesada de mármol, con el mate cebado y una tostada en la otra mano.
-“Anda, toma acá tenés un mate y come que se te hace tarde seguro. No vasa cambiar nunca, siempre a las corridas”
Con una sonrisa, tomé la tostada con tomate y  el mate dulce como nunca. Le di un beso en la frente a Martina y salí casi al trote para alcanzar el colectivo que me llevaba a Belgrano.
-“¡Esta noche hablamos Tina, tengo muchas preguntas!”, le dije en voz alta desde la puerta antes de cerrarla.
-“Siiii, andate que vas a llegar tarde!!!”, me contesto, mientras cebaba otro mate para ella y apoyaba la pava sobre la tablita de madera que había en la mesa del comedor diario, -"Seguro tenés muchas preguntas Carlitos... pero me temo que yo no tantas respuestas como quisieras” se dijo asi misma. Desprendió los labios de la bombilla y le dió un mordisco a la tostada que todavia quedaba en el plato.
La mañana estaba fría, se sentía ese aire que anuncia la llegada del otoño, con un frio casi de invierno. Lo noté enseguida y me cerré aún más el sobretodo sobre el cuello. De milagro, el colectivo 63 se encontraba en la parada, hice señas a lo loco y me esperaron.
-“Gracias”, dije al subir al ómnibus.
-“Últimamente se me está quedando dormido siempre don, ¿qué pasa?, dijo el chofer con cierta ironía. Hacía rato que continuamente me tocaba la misma unidad y con el tiempo había pasado que ya me tenía bien junado el chofer. Entonces me solía esperar unos segundos extras para que alcanzara el viaje.
Me acomodé en un rincón, desde donde pude ver a varios pasajeros habituales que iban para el mismo lado.
El recorrido me lo sabía de memoria, las mismas calles, el paredón del cementerio y los puestos de flores que se estaban preparando para comenzar el día. Mientras el colectivo tomaba la gran curva que rodea el cementerio de la Chacarita, pasando por la entrada del británico, me limite a retomar mis pensamientos sobre la vorágine de los últimos días.
Tantee en el bolsillo derecho de mi sobretodo y saqué el celular. Toque los contactos rápidos y llamé de la oficina.  Hice un sanwich con el aparato entre mi hombro y oreja mientras esperaba que contestaran del otro lado.
-“Editorial”, sonó del otro lado de la línea. La recepcionista de la mañana se llamaba Anahí, una pendeja que estaba muy fuerte y que además encajaba perfectamente para el trabajo, por su experiencia y alta eficiencia con esa sonrisa “Colgate”, típica de una publicidad.
-“Buenos días Anahí, habla Carlos de coordinación”, dije con parsimonia, -“¿Algún mensaje?”
-“Buen  día Sr. Carlos, el único mensaje es de la imprenta de Casares, parece que tienen un problema con unos pliegos, de la última edición del libro de Puig.”
-“Ok, ok. Ahora los llamo, gracias. Estoy en camino..."
-“Listo, cualquier cosa lo llamo” dijo ella y agregó, ..."¿Su hermana llegó bien?”
-“Si, si por suerte ya están en casa, gracias por preguntar”,
-“Me alegro mucho, lo veo más tarde…” y cortó la llamada
El colectivo, ya había dado vueltas y estaba cruzando por la barrera de Colegiales, cuando al mirar por la ventana divise al pasar un grupo de chicas con sus polleritas cortas y las mochilas de secundario. En eso me sonó el móvil de nuevo.
-“¿Martu?... paso algo? Pregunto él ante la sorpresa.
-“Nada,nada ... es  que te fuiste y no pude decirte que tuvieras un buen día”, contestó Martina
La emoción me invadió por completo. Aquella frase hacía mucho tiempo que no la escuchaba y fue un aluvión de dicha y tranquilidad que se asomó a mi pecho y subió hasta llegar a él último pelo de mi cabeza. Un cosquilleo que lo sentí como si Martina me hubiese tomado la cara con ambas manos y, me sampara un beso en la frente como hacía Mamá cuando era más chico.
-“Gracias hermanita. Me hace muy feliz que hayas vuelto”
-“Lo sé. Esta noche hablamos más tranqui, y espero poder darte todas las respuestas. Ahora me llevo a Nico a la casa de la Tía Sarah, quiero darle un linda sorpresa”
-“Más que una sorpresa, le vas a dar un infarto”, le contesté, riéndome.
-“Tenés razón, mejor la llamo primero para contarle que estoy acá y que queremos ir a verla”
-“Si, eso va a ser mejor”
-“Si, bueno… nos vemos a la noche ¿vale?”
-“Si, vale. Te mando un beso Tina”
-“Otro, que tengas un buen día”
-“Gracias”, dije y corté la comunicación. Esa llamada me había alegrado el día por completo. Ya no tenia much importancia si a la noche no tenia todas las respuestas que deseaba, estaban en casa y eso era todo para mí.
En ese momento el 63 estaba llegando por doblar en Echeverría para luego bajar hasta la estación del tren de la línea Mitre. La mañana estaba empezando a tomar un poco más de calor, el sol ya estaba alumbrando y la franja de mayor frio que ocurre cuando comienza a calentar la superficie estaba desapareciendo paulatinamente.
Ya me sentía mejor, los primeros pasos estaban dados y por suerte tenía un día ocupado, por lo que las preguntas iban a tener que esperar hasta la noche.
Me bajé al final del recorrido y al entrar a la estación del tren, compre un paquete de chicles Adams y el diario para leer en el tren. La imprenta de Álvaro Casares se encontraba en el Olivos y tendría un buen trecho para poder leer aunque sea los principales títulos.
Mientras en Paternal, Martina discaba en el inalámbrico el teléfono de la tía Sarah, sin dejar de mirar el vetusto aparato negro que hacía ya muchos años solamente decoraba la mesa de entrada de la casa.
“No puedo creer que todavía este ese armatoste de teléfono en esta casa, ay Carlos no tenés remedio con las antigüedades, sos un calco del viejo.”, pensaba mientras escuchaba el tono de llamada.
-“Hola, ¿tía Sarah?... Martina, si soy yo… no estoy en España… sí, estoy acá… llegue ayer… sí, no… no vine sola… estoy con Nico… si mi hijo… no nadie más tía… escúchame… ¿te podemos visitar ahora?... vale, si en un rato… si, y tomamos unos mates… vale, vale, ya salimos para allá besos…”
-“¿A dónde vamos má?”, pregunto Nico apenas Martina colgó el teléfono.
-“Buenos Días,…”
-“Buen Día”
-“vamos a ver a mi tía Sarah”
-“¿Ahora?”
-“Si. Así que vení a tomar el desayuno y luego te cambias, que salimos enseguida”
-“Ok, ya voy…”, como todo buen niño recién levantado, tener que salir enseguida era un momento de rabieta… que obviamente se pasaba después de un rico desayuno y la promesa de ir al parque por la tarde.
Era ya pasada la media mañana cuando logré salir de la imprenta, con cierto alivio tras haber solucionado el problema de los pliegos pendientes. Volví a tomar el móvil y llamé a la oficina para saber de novedades. Anahí, siempre eficiente y cordial me conto los pormenores de la mañana y me paso los mensajes que le habían llegado, nada importante.
Corté la comunicación y le envié un mensaje a mi hermana para saber de su paradero. Que no tardo demasiado, estaban en la casa de la tía Sarah y, salvo Nico que quería ir al parque, la estaban pasado bomba
Todo estaba en calma, por lo menos hasta la noche. Pero mi cabeza ya estaba haciendo un hueco para almacenar las preguntas que tenía para hacerle. Sabía que las cosas no habían funcionado bien del todo y que tarde o temprano todo se podia desmadrar pero no entendía como había pasado y porque ella había vuelto tan de prisa, si se suponía que estaba con Mamá y además saliendo con Darío. Otro tema que deberían aclarar, no era que no quisiera a Darío de cuñado, por supuesto que sí, siempre tuve la idea de que ella se casaría con él, pero… venirse sola con Nico… no tenía mucho sentido si todo estaba bien.

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