sábado, 12 de septiembre de 2015

El último grito

“Sola, con Nicolás a cuestas, que no termina de entender nada de lo que está pasando. Hasta hace un rato mirando la tele y ahora afuera, en medio de la calle y del calor”, sus pensamientos volaban a velocidad luz, tratando de poder poner a resguardo sus vidas, lo poco que les quedaba. Todavía no terminaba de entender como había pasado todo. Estaban en la sala compartiendo una cena, mirando en la tele algún capítulo de esas series que miran los chicos antes de acostarse. Hacía ya mucho tiempo que las cosas no venían bien, sobre todo después del último accidente. Su corazón estaba más oscuro que nunca.
Intentó razonar, lograr explicarle que debían tener paz en la casa, que las cosas no podían seguir así. Pero él insistía, quería tenerla con él en la cama, nada más. Se negó, le contesto  que dormiría en el sillón y allí explotó todo. Los gritos desaforados, los insultos, la frase final, que termino con un brazo maltratado y su hijo encima de ella, como si fueran un trapo maloliente, del lado de afuera de la casa.  El golpe final sobre el marco lo había dicho todo, no había vuelta atrás.

A duras, tenía  la cartera y unos buzos en la mano, a los empujones, como rateros sorprendidos en pleno hurto, fueron echados del techo seguro. El calor, implacable a esta hora de la noche les dio un cachetazo a ambos, dejándolos  totalmente desamparados ante la idea de lo que se venía. Caminaron por la cuadra rumbo a la plaza, para tratar de buscar un lugar donde guarecerse hasta decidir qué hacer. Sin dinero, hurgó en la cartera, rogando que el móvil estuviera allí. Y cuando sintió su lisa superficie plástica, agradeció las viejas costumbres heredadas del padre, ciertas cosas en ciertos lugares, siempre.
Nico estaba inquieto, preguntando a cada instante cuando iban a volver a la casa. Que por qué los habían sacado así de ahí adentro. Que tenía calor. Que por qué no estaban los tres juntos. Demasiados porqués para Martina, demasiados para contestarlos todos al mismo tiempo. Se giró hacia el niño, lo acerco a su pecho con ambas manos y abrazándolo fuerte, le dijo al oído
–“No te preocupes todo va a estar bien, mamá se va a ocupar de que no falte nada”, al tiempo que pensaba la misma frase para sí misma, esperando que su madre les pudiera dar ese abrigo.
-“¿Papá, ya no nos quiere más?”, pregunto el pequeño con cada de desolado.
-“No lo sé” y lo volvió a abrazar.

La brisa en la plaza, caliente, no la dejaba pensar con claridad y al mismo tiempo la hacía agradecer que no fuera invierno.  Habían encontrado un banco vacío y allí permanecieron durante un tiempo. Entonces, Martina tomó de nuevo el móvil, buscando en la agenda el nombre de una de sus amigas. Sabía que era tarde pero tenía que intentarlo. No hubo caso, en los tres números posibles parecía no haber nadie más que la maquina contestadora. No había más remedio que caminar hasta el albergue.
Sería una larga marcha, bajo un cielo estrellado, pero sin ese glamour que sentía al mirarlo algunas noches atrás.
La vida nocturna, en pleno auge para muchos de los que pululaban por ahí, buscando un lugar donde poder sentarse a tomar un trago o dos. La calle donde solían ir a comer algo, estaba atestada de gente, algunos conocidos del lugar. Pero ella no podía darse el lujo de que la vieran a esa hora y con esa facha. Hizo un rodeo por la calle del mercado turco y llegaron al albergue pasada la medianoche.
Las cosas se habían ido de madre, desde que andaba trabajando con el camión, habia cambiado, se habia vuelto erratico, molesto y l mayor parte del tiempo insciable. Martina sabía que andaba en malas companias, de eso estaba segura, pero nunca lo habia podido comprobar y además Nico siempre estaba primero para ella. Levanto la vista y vio el cartel del albergue, parecía mentira que un lugar donde ella solia venir a dar ayuda ahora sería un lugar que le daria ayuda a ella.

Toco el timbre y esperó. Sabía que no era hora, pero conocía  a la gente del albergue, no creíaque le fueran a negar cobijo. La encargada de noche abrió la puerta y al verla a ella y a Nico, solos y a medio vestir, simplemente no supo que decir.
-“¿Podemos Pasar Lucía?”, pregunto Martina casi con vergüenza.
-“Pero… por supuesto, pasa mujer, pasa… ¿pero qué ha pasado?
-“Pues, nada. Que nos ha largado a la calle sin más…”, la voz de Martina sonaba cada vez más apagada.
-“pero... que hay con ese tío… ” Lucía, como buena española que lo lleva en la sangre, se puso brava haciendo señas y ademanes, “perdona, pero este tío me pone de culo”
-“Sólo será por esta noche Lucía…”
-“Ni pensarlo, te quedas las que necesites”, la interrumpió Lucía.
-“Gracias guapa”, contestó Nico, que sentía una gran simpatía por la encargada del lugar
-“A ti, rapaz, gracias por decir tanta verdad”, a Lucía le gustaba que la piropearan y más si se trataba de Nico. -"Lástima que eres tan joven...", se sonrío y les hizo señas que la siguieran...

Esa noche, Martina y Nico durmieron en la misma cama, un catre grande, que les había armado Lucía en un cuartito aledaño a la sala donde ella hacia la guardia. Nico estaba inquieto y su madre apenas podía con sus pensamientos, hasta que el cansancio la venció por completo y se durmió, pero sin paz.
Estaba de nuevo en la casa, en medio de la sala de estar, parada frente a él. Ambos desnudos, cosa que no lograba entender por qué. Acto seguido, envuelta en  sus brazos, intentaba zafarse, pero no le era posible, él la aprisionaba cada vez más y se le reía en la cara. Martina apenas podía respirar, cerró los ojos pensando que de esa manera lograría acabar con eso, pero no lo logró. Todo termino en esa maldita cama. El encima de ella riéndosele en la cara, y con sus enormes manos forcejeaba por llegar hasta donde quería. Ella, le rogo que no lo hiciera, que la iba a lastimar, él se sonrío y presionó con más fuerza. El dolor fue intenso, sentía como cada fibra de su ser se destruía, se desvanecía a pedazos una y otra vez.  Solo pudo gritar, tan fuerte, que Nico a su lado en el catre se despertó asustado.
-“¿Mamá, estas bien?”, el pequeño estaba sentado a su lado preocupado, su mamá había gritado muy fuerte y ahora estaba llorando.
-“Eh! Nada, nada, sólo un mal sueño, dormí amor”, logro decir ella para intentar calmarlo.
-“Bueno”, dijo Nico y la rodeo con sus brazos, apoyando la cabeza sobre su pecho, mientras sentía como el corazón de su madre se iba calmando de a poco, lentamente a su ritmo normal.

Martina esta mentalmente abrumada, había sido un sueño muy real, tanto como todas aquellas ocasiones en que la había obligado a eso. Hizo un esfuerzo para  bloquear las imágenes, para no seguir pensando en ello. Apoyo su mano sobre la cabeza de su hijo y, con lágrimas cayendo por sus mejillas, fue cerrando sus ojos, hasta dormirse de nuevo.
Miles de estrellas la rodearon,  elevando su etérea figura, hasta la misma vía láctea y, mientras duraba ese derrotero fantástico se oían voces que le decían que había hecho lo mejor, que su vida daría un vuelco, que no volvería a permitirse ni siquiera soñarlo a él.
Y la noche siguió avanzando, en pleno final de primavera,  dejando que los sueños de Martina tomaran forma lentamente, hacía un futuro nuevo.

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