sábado, 26 de septiembre de 2015

Mamá

Estaba en la terminal, mirando a Martina acercándose a mí, y como en un deja vú de esos que tengo sin razón aparente, la vi a Mamá de joven. Yo sé que fue un lapsus, pero en tan solo unos segundos me vinieron a la memoria un millón de imágenes, hechos, palabras, gestos y tantas otras cosas que la ola se transformó en un tsunami emocional.
Mamá
Hace unos años atrás Martina se la llevo a Europa, porque acá estaba “sola”, como si yo no existiera.  Pero en cierta forma tenía razón. Yo andaba de acá para allá con quilombo de laburo y de mujeres. Ni siquiera tenía tiempo de ver a mis amigos.
-“La casona de paternal te queda para vos. Mamá se viene conmigo”, me había dicho ella por teléfono un día de verano de acá. Y no entendía nada, pero acepte, pues mucha más no podía hacer. Tan mal estaba que ni siquiera supe cuando se tomó el avión. Simplemente llegué a la casa y me encontré con una carta, con un simple “Te amo”.
Y se me cayó el alma al piso, pues me había dado cuenta que había perdido, quizás para siempre la posibilidad de volverla a ver. Esa noche no dormí, me la pase jugueteando con una cajita de metal que ella misma me había pintado.  Dejándome llevar por ese río de recuerdos que no poco a poco se fue esfumando en mi memoria.
Se suponía que era el Hermano mayor, quién debía encargarse... pero no pude, no en ese momento. Tenía demasía cosas en la cabeza incluso para hablar las como mamá. Asi que deje que se la llevará a sabiendas que quizás iba a ser un viaje de despedida sin despedida . casi como lo había sido con el viejo... ´épocas que andaba enroscado en tantas cosas que ni a la casona iba de visita. Hasta que un día, esos que te levantas con la sensación extraña en el estomago... hasta que sonó el teléfono  y escuche la vos de Martina a llanto pelado . Me quede mudo por dentro, si bien había dicho algo que no me acuerdo, tenía el alma en pena. Ese viejo querido, que me había dado tanto ya no estaba... y ahora mamá.
Todavia recuerdo todas las noches de verano, que nos  quedabamos a escondidas, luego que Martina se dormía, hasta tarde en el living de la casona, charlando. Papá con sus grandes historias y sus lecciones sobre el socialismo. Una  enciclopedia viviente que daba cátedra cada vez que abría la boca. Y mamá, que cada tanto metía un bocadillo. Entre mate, café y galletas se pasaba el tiempo.  Escuchar las historias que entretejían después de leer el mismo libro y pensar en posibles finales alternativos. Un juego que siempre atrapaba a todos los presentes. Esos eran mis viejos queridos.
Para mi, ella siempre había sido aquella alma llena de conocimiento, la palabra justa y ese cariño que no hacía falta que ni te abrazara porque lo estaba logrando con su voz todo el tiempo.
Pero el tiempo se tomó revancha, logrando que la vida me fuera despreocupada, consiguiendo que las reuniones se fueran disipando, incluso después de la muerte . de Papá  Me había juntado con una loca que lo tenía totalmente embobado. Se podría llegar a decir que me había hasta cortado las visitas a la casona de Paternal. Pero la ida repentina a Europa deMartina, me había golpeado como si fuera un libro en la cara, dejando que su mente pensara con certeza que nada estaba perdido y, ahora con ella de vuelta, menos.
Por un instante en medio de mis recuerdos sentí el abrazo de mi hermana, ahí parados en la terminal de Ezeiza. Los recuerdos se me fueron encima, una segunda oleada que me hizo temblar de alegría y tristeza todo al mismo tiempo.
Sumergido como se encontraba me dejé llevar a esas reuniones multitudinarias que armaba con mis amistades, donde nunca faltaba la presencia de Mamá compartiendo la  charla con todos ellos, invitándoles a tomar algo o simplemente preguntándoles de su vida cotidiana. Se sabía los nombres de todos y cada uno. 
Era un oleaje incontrolable.
Y solo el abrazo, cariñoso y casi maternal, pudo traerme a la realidad nuevamente.
-“Escúchame”, le dije de golpe como si de algo me hubiera acordado, -“¿Por qué no te la trajiste?”
-“¿Mamá?”, dijo Martina
-“¡Sí! ¿Quién más sino?
-“No. Olvídate, de allá dudo que vuelva.”
-“Pero está sola”
-“Sí, es cierto y no creas  que no lo pensé, pero no me daba para los pasajes y, además ella allá tiene todo su sistema de salud, que acá olvídate.” Martina lo decía con tanta calma que sonaba creíble.
-“Además, le deje a los gatos…”, la carcajada de Martina se hizo sentir. Todos sabíamos que los gatos con mamá nunca se habían llevado bien del todo.
-“Graciosa, pobre vieja, debe de estar pensando en nosotros todo el tiempo.”, dijo él.
-“De eso no te quepa la menor duda”
-“Bueno, bueno” se lo escucho decir al Flaco, -“¿Qué les parece si nos vamos de acá y tomamos un rico café con leche y medias lunas en las Violetas, antes de caer en Paternal?”
Y todos dijimos que sí, empujamos el carrizo con las valijas y salimos del terminal rumbo al auto, con la memoria puesta en esa bella mujer que nos miraba desde el norte, asomada al balcón mirando las primeras luces de la mañana y escuchando el murmullo de los pajaritos en los árboles.

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